Era temprano y hacía mucho frío. Del cielo caía una lluviecilla fina y molesta, y el viento soplaba fuerte. Un auto subía por la acera empinada que llevaba a la colina donde se erigía el viejo Instituto.
-Prométeme una vez más que vas a portarte muy bien, Pandy- decía una mujer rubia y bajita, sentada en el asiento del copiloto, a la muchacha que tenia en el asiento de atrás.
-No prometeré nada si sigues llamándome por ese sobrenombre ridículo, mamá...- contestó la muchacha con gesto de fastidio, mientras se llevaba un mechón de pelo rojo detrás de la oreja.
-Pandora, no le hables así a tu madre- dijo un hombre con pinta de maniático, que la miraba severamente por el retrovisor, desde el asiento del piloto.
-Y tú no me llames Pandora, Salazar. Mi nombre es Ivanna, te guste o no- soltó la chica con el tono más cortante que pudo.
El interpelado frunció aún más el entrecejo y la maldijo entre dientes, mientras la mujer rubia a su lado bajaba la mirada abnegadamente.
Ivanna soltó un bufido. Su padrastro siempre insistía en llamarla por su segundo nombre.
A Ivanna le parecía una actitud demasiado infantil: Su padre biológico y el primer esposo de su madre se llamaba Iván. Por eso Salazar detestaba su nombre.
Luego de unos minutos de tenso silencio se encontraron frente a las verjas de hierro que delimitaban el terreno del Zylphia Maxine Institute.
Ivanna empezó a emocionarse ante la perspectiva de no tener que soportar más discusiones en el auto, por lo menos no dentro de mucho tiempo, y se apresuro a bajarse.
Ella sola descargó sus maletas de la cajuela y estuvo a punto de echarse a andar en dirección a la mansión, cuando algo la retuvo por la muñeca. Su madre la atrajo con los brazos y la abrazó con fuerza, y luego se puso a llorar.
-Voy a extrañarte mucho, hija...- decía entre sollozos la mujer rubia, que por varios centímetros era más bajita que Ivanna.
-Si me abrazas así, terminarás por aplastar a tu bebé- contestó la muchacha pelirroja deshaciendo el abrazo, y señalando el abultado vientre de su mamá. Dentro de pocos meses daría a luz al hijo de Salazar. Esa era una de las muchas razones por las que él había insistido tanto en mandarla a un internado: quería disfrutar de su bebé sin la molestia de lidiar con una niña más en casa.
-Anda, tu marido te espera- apuró Ivanna abrazándola rápido y dándole un empujoncito en la espalda para que regresara al coche -De verdad, estaré bien...
La mujer volvió al auto y unos instantes después el coche ya estaba virando en U y yendo colina abajo.
La pelirroja suspiró, cogió sus maletas y se encaminó dentro de las verjas del jardín del instituto.
Caminó bastante -el jardín era enorme- hasta que se topó con una explanada que daba paso a la mansión. Dejó sus maletas en el porche y se sentó sobre una de ellas para recuperar el aliento antes de entrar.
Después de unos minutos de desidia, y tras haberse recuperado de la caminata, tocó la puerta tres veces. Una mucama regordeta y de aspecto severo le abrió y la hizo pasar.
-Siéntase en casa señorita- dijo con tono diplomático- enseguida mandaré a subir sus maletas. ¿A que grado se ha inscrito?- cuestionó.
-A tercero- contestó Ivanna un poco cohibida por la actitud tan fría de la mucama.
-Muy bien, le haré llegar sus cosas al dormitorio del tercer grado.- dicho esto, la mucama giró sobre sus talones y se dirigió hacia el comedor.
Ivanna quedo plantada en el piso pensando en qué debería hacer. ¿Subir al dormitorio? ¿Ir a la dirección a saludar? ¿Quedarse ahí hasta que llegara alguien a subir sus cosas?
Después de quedarse parada por unos minutos observando al infinito, se decidió por subir a los dormitorios, y ya de paso tomaría un baño. La caminata por el jardín la había dejado sudando, además de que su ropa estaba algo húmeda por la llovizna.
Sin más, aunque un poco recelosa, se encaminó hacia las escaleras para dirigirse al dormitorio.
Tema: Un paso adelante... 
Sáb Sep 24, 2011 12:23 am